Tangenciales

Presentación Tierno narrador


Jueves 30 de junio 19:30 h.
Sesiones de Biblioteca Bar Restaurant Liguria-Lastarria
Merced 298, Santiago 2022.

Participantes: Javier Marticorena, Florencio Sanfuentes, Palito Wood.
Música: Vicente García-Huidobro, guitarra y voz; Rodrigo de Petris, piano y voz; Marcelo Bravo, sintetizadores; Diego Bustamante, ingeniero en sonido.


Escena: Fondo de biblioteca, en primera fila un royo de papel reposa sobre una mesa, un foco de luz alumbra la superficie del papel; cables por el suelo, microfonos, luces generales. Se escucha la voz de Olga Tokarczuk pronunciando el discurso del Nobel.




Acto 1
Se recibe a los asistentes con un agradecimiento a su presencia y a todas y todos los colaboradores de Al Fragor,  Manuel F. Sanfuentes lee:

Mientras preparo estas anotaciones para este momento, ya antes incluso de proponérmelo, y por fortuna, me acompañan las lecturas de la Historia de mi vida, de Jorge Sand –el nombre travestido de una mujer formidable: Aurora–, y la Habitación propia de Virginia Woolf y sus 500 libras. Cuenta allí que la hermana de Shakespeare –a su vez poeta– «se mató una noche de invierno y hoy yace enterrada en una encrucijada donde ahora pasan los autobuses, junto a la taberna de Elephant and Castle»… infortunios… quizá por la «indiferencia del mundo»; «todo ha ardido en su mente y se ha consumido, libremente, sin obstáculos». Ahí es donde mana la poesía, nos dice Virginia, y está y acontece «en el hecho mismo», prosigue Aurora.
«No sé si ya he dicho que mi padre había sido colocado en una fosa hecha bajo la pared del cementerio, de modo que su cabeza quedara en nuestro jardín y los pies en el lugar santo», ahí podía ir su abuela a consolarse ante los restos de su hijo. Ambas mujeres han construido su jardín como un refugio.
Sin violencia y sin heroísmos, parecen ambas sobrepasar algo, quizá sí mismas, cada una su propio tiempo y sus diferencias. Como difieren las manos de Arrau sobre los Nocturnos de Chopin, con las de Thierry de Brunhoff, tan aclaradas estas, tan robustas las del chileno. Las mujeres siembran sin que se oiga nada.
Pero escucho tantas cosas; y fue también Luisa, hermana del compositor, que llevó el corazón de Chopin a Polonia; como un deber filial, pero no menos como un acto de ternura, ella cumple un deseo romántico. Así nos cuenta Olga Tokarczuk en Los errantes, traducido muy a la española por Anagrama hace algunos años. Por el hecho mismo, pero también y sobre todo, porque se trata de otro de los infinitos viajes que allí se consignan para revelar un peregrinaje humano a través del tiempo y su naturaleza en tránsito.
Y ahora en este nuevo libro, nos dice que «la ternura es la forma más modesta del amor», y nos pone frente al espejo de nuestra propia historia. Sin violencia, sin heroísmo; de hecho, Luisa debió esconder bajo sus vestidos el corazón amado para cruzar la frontera a su patria definitiva… como si nada pasara. Toda hermandad corre el riesgo de perecer juntos o del solipsismo definitivo. La ternura está entre los dos; viva porque se ejerce; es un acto de hospitalidad a lo más íntimo del mundo. Estas mujeres escriben en un límite que rasga, tanto el velo de las formas, como las normas mismas.
Así tanto, Jorge y Olga parten de la infancia para erigirse como personas; esta última, desde el vientre de su madre, donde encuentra «una reserva de fortaleza» que eleva la existencia «más allá de la materialidad ordinaria del mundo [...] Ella situó mi existencia fuera del tiempo, en la dulce vecindad de lo eterno». Es lo materno que nos introduce en la existencia.
Imagino y transcribo: «la ternura es el arte de la personificación, por esa vía nos volvemos personas y podemos experimentar el ser». Me he preguntado muchas veces a propósito de este libro, sobre la relevancia del concepto de Ternura; si acaso solo un carácter femenino podría hacerlo y llevarlo adelante; quizá. Chopin fue el romántico por antonomasia y dio pie a una relación amorosa con el mundo que hoy nos toca a través de las mujeres.
Tokarczuk es bastante más severa; por otro lado, ante la beligerancia explícita del mundo que estamos viviendo, el valor de la ternura viene a contrapesar el declive de un mundo indolente. Parece que la guerra es un juego masculino para aquilatar la hombría de unos y otros, no otras. ¿Cuán equivocados estamos, cuán ciegos? ¿Será un mero idealismo pensar de forma austera pero deliberada, sobre una nueva forma de amor que realmente nos pertenezca?
Olga es consciente del colapso porque ama la realidad, ésta y la que no hemos visto pero imaginamos (ficción de una realidad); «y ser imaginado, nos dice ella, es el primer estado de la existencia».

«¿Es verdad lo que escribe?», le preguntan a Tokarczuk como también a cualquier poeta o novelista. Ella considera esta interrogante como una regresión de la civilización; una pregunta que presagia el fin de la literatura. Precisamente allí, donde la verdad es una pregunta y no su aparición, es donde está el corazón de la literatura, donde lo verdadero y lo falso tienen la misma cara.
¿Es verdad aquello de la ternura? Sin ingenuidad no se podría hacer la pregunta, porque esta sensibilidad reside en las personas sin ser juzgadas. Pasa que hay un modo de ser que el mundo elude justificando sus fracasos, para responsabilizarnos por nuestro romanticismo… Morir en paz no es acaso nuestro último deseo?
¿Pero qué pasa con el presente? Mientras tanto, nuestra existencia acontece como una ráfaga en medio de una tormenta de vitalidad. La respuesta a todo esto no puede ser intelectual, sino una experiencia de vida, lo que «damos a luz», lo que traemos al mundo; no lo que tomamos de él, sino lo que vamos dejando.
Lo que acontece es lo verdadero, y tiene lugar en nosotros a través de las palabras y el lenguaje que persiguen una realidad para sobrepasar nuestra existencia y para ir al lugar imaginado; cualquiera, en cualquier lugar. Desde el horror hasta el jardín de las delicias.
Estas mujeres se tomaron la libertad de escribir y encontraron un lugar en la literatura que no habíamos conocido: «pensar directamente las cosas» dice Virginia. Esta es la mayor liberación de todas. ¿Puede pensarse que el amor tiene principio en la mujer? Tampoco, los hombre cuando alcanzan la ternura son dignos de nuestro afecto.
«Es que la diferenciación entre lo mío y lo tuyo empieza a ser discutible», señala Olga; porque es el origen de la ternura. Nuevas narrativas, que nacen de esta discusión, vuelven la literatura más humana, más dentro de nosotros, como un mito. Como la catarsis del ser humano: apogeo y declive. La literatura tanto como la poesía comparten el destino con la naturaleza humana, y construyen su existencia dando sentido de universalidad a la experiencia individual de lo común. Imaginado o no, verdadero o falso; lo que surge de estas palabras se transforma en un hecho palpable, legible, amable.
Escribimos leyendo y oyendo en el límite de lo verosímil, y la lectura a su vez también es un acto de amor; leo y escribo estas notas sobre el Tierno narrador de Olga, haciéndolo mío para volverlo vuestro, de todos.
Pese a la sensibilidad en forma de ágape que nutre al libro, la advertencia de «que algo anda mal en el mundo» es inquietante, plausible pero severa, profunda. Por eso el llamado a la empatía reintegra lo dividido para volverlo uno con todo. El unus mundo de Olga Tokarczuk es la experiencia común (aunque aún no se haya experimentado); así, la empatía puede entenderse con la parábola, en la cual uno «debe ceder por completo a su diferenciación para convertirse en una persona cualquiera»; textual, «la parábola universaliza nuestra experiencia y encuentra un denominador común para diferentes destinos».
Tras todo el esfuerzo, tampoco hay «una» lectura sobre un texto, pero sí el consentimiento sobre la ternura, a la que no se puede renunciar, ni rechazar, sino mostrando gratitud ante lo bueno. Pese a todas las calamidades y vicisitudes, hemos recibido con este libro, aquel gesto grato que le da sentido: «una reserva de fortaleza», como cuenta Olga en las conversaciones con su madre cuando era una niña. La infancia quizá sea el único lugar donde hay respuestas; esas reservas suplen las carencias posteriores.

El acto Al Fragor se precipita sobre el eco de un discurso que tuvo lugar y que ya no está aquí; son solo vestigios taciturnos de una voz extranjera que hablándonos a todos animó en nosotros una sensibilidad intangible por acompañarnos juntos a llevar el corazón del hermano al lugar donde nos haya dicho.
El corazón de Olga está aquí y latiendo agitado en algún lugar de la Baja Silesia, están sus palabras, está un eco. Su advertencia, que llevaremos con nosotros de aquí en adelante.
Hacia Polonia hoy día llegan los humos del último bombardeo a Leópolis, los refugiados ucranios cruzan la frontera por millones. El rostro de Europa se desfigura, sobre el planeta la crisis no tiene fronteras, y la ternura no parece encontrar cabida en las condiciones del decaimiento. Propósito y despropósito, las víctimas de nuestra indolencia caen a nuestros pies como hojas muertas.
El silencio del Buda también es un acto de compasión; el sufrimiento es cuando uno se encuentra con uno mismo solo; cada uno es un reflejo del mundo, y entre todos somos su imagen. Como «las devotas, las tontas y las diablas» en el Convento de las Inglesas en París donde Aurora pasará años de su primera juventud.

«Horror curativo natural» es el subtítulo de la última novela de Tokarczuk, cuyo nombre Empuzjon nos remite al mito griego del fantasma del país de las tinieblas, Empousai, un ser femenino que cambia de forma para seducir y alimentarse de hombres jóvenes. Hay combate incluso en lo sobrenatural, hay abandono; pero que toda esta desolación frente al destino tenga un sentido curativo es bastante esperanzador; sí, pero la ternura pasa por el sufrimiento.
La obra de Tokarczuk es un proceso expiatorio para la literatura, mete al mundo dentro y nos lo muestra a través de la observación del natural; descarnado, crudo, animal y amoroso; es el rol de la literatura en nuestras vidas, desplegar los límites de las cosas y sus significados, desplazarnos a nosotros mismos hacia el no lugar de nuestra existencia… «ir al fondo de lo desconocido para encontrar lo nuevo, decía el poeta Beaudelaire, el bello del aire, el de las flores del mal.
Estamos finalmente ante un texto testigo de su tiempo, esto es bien honesto, sin reservas, actualisimo, urgente! Creo no interpretar ni llegar a conclusiones juiciosas, quizá subjetivas, débiles. Expongo el ánimo de Al Fragor en este momento que también es nuestro tiempo, y Olga es nuestra nueva compañera; aquí hay un don que recibimos juntos. Todos y todas.




Acto 2
A mediados de la lectura anterior Palito Wood dibuja con carboncillo sobre el papel, a medida que se extiende el rollo el dibujo avanza; entra la música sutilmente y da un tono a la lectura y el dibujo. Se acaba la lectura, el dibujo y la música continúan.




Acto 3
Javier Marticorena cuenta una historia de infancia y lee el capítulo 4 del Tierno narrador donde se describe el mundo de los objetos en los cuentos de Hans Christian Andersen. Al dibujo se suman Santiago Birchmeier y Florencio, siempre carboncillo. El papel se extiende hasta el final de la sala. Sigue la música.



Acto 4
Javier vuelve al dibujo y Palito toma la palabra: la fortuna de Al Fragor. La música se va intensificando, el dibujo se extiende y baja desde la ventana hacia la calle Lastarria con Merced. Se deja de dibujar; Vicente & Co. toman definitivamente la escena y la música permanece hasta el final.


Fotografías: Eduardo Sanzana @eduardocinzano

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